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Channel: Fernando Cocho, autor en EL LIBERAL
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El negacionismo como modo de vivir

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Hay un nuevo concepto en nuestra Vida, se llama negacionismo y es “de estar In”.

¡¡Cuidado, no me tiren piedras antes de unas líneas más!! No sea que me dejen más atolondrado con vértigos y mareos de lo que me siento a veces; no sea que me tenga que defender…

Cuando hablo de negacionistas o de la corriente del negacionismo, no me fijo en la actual polémica sobre el proceso infecto contagioso que está entre nosotros, nos hace temer la olvidada muerte y su a veces arbitrariedad militante. Estos fenómenos, que nos asolan periódicamente, y a los que parece que hemos olvidado, son parte propia de la evolución de la esencia natural de Virus, Bacterias y demás “bichos cargados de intenciones”. No voy a posicionarme sobre los temores, algunos irracionales o carentes de argumentos o principios científicos. No, no se lo voy a poner tan fácil.

El Negacionismo como postura epistémica o moral hace más de mil años que está entre nosotros, y no importa si es un Genocidio, un movimiento Planetario, la muerte de la biodiversidad, o si es para decidir un Voto. Más de un 20% de Españoles sigue pensando que la Tierra es Plana; más de la mitad de los votantes, da igual la ideología, votan “contra” el otro siguiendo la mejor de las tradiciones humanas que es la Cainita; todos amamos la Naturaleza pero a borde de nuestro SUV, haciendo fotos con mi móvil de mil megapíxeles, que perpetuaré en la nube de las redes sociales para dejar constancia de que “vivo a tope y acumulo experiencias”; pervive en cierto imaginario ideológico gente que niega la Shoah, como niegan otros los derechos de los diferentes… podría estar media vida contando las “Negaciones Plausibles” en aras de la verdad, revelada o no, y con el objetivo de “hacernos libres”. Paré la cuenta allá por el siglo XV, y había llegado a las trescientas.

No voy a hablar de vacunas, ni de Covid, ni de “manos negras” o conspiraciones sobre si nos implantan sistemas de control remoto o son drogas para que en pocas generaciones nos convirtamos en “cefalópodos”. Sinceramente al igual que hemos olvidado que la pandemia de gripe A, subtipo H1N1, mató cerca de 50 millones de personas en poco más de dos años, y que obtuvo el nombre del País europeo donde la censura no era la forma dominante de control informativo. Se llamó “Gripe Española” en honor a que fue nuestro país quien alertó al mundo de los riesgos de la enfermedad. Nos dieron como pago a la honestidad y solidaridad, el nombre de la mayor plaga que el mundo ha conocido… Creo que ahora hay un país al que se le agradece su solidaridad avisando de nuevas cepas con la censura en lo económico y el aislacionismo en sus tránsitos internacionales. Pero la siempre civilizada humanidad necesita de periódicos chivos para justificar el miedo al que someten a sus poblaciones.

Como sé la que me va a caer en breve, me lo voy a dividir en varios frentes. Sigo la máxima del “divide ut regnes” que tanto éxito concedió a Roma, e incalculables beneficios a la Corsaria Gran Bretaña Imperial que de “azuzar” los miedos y rencillas negacionistas, logró tener un territorio controlado que tras su descolonización formaron cinco estados independientes… jugadas ambas de maestros de la Negación. Depende del espejo en el que nos miremos así será nuestra Negación.

Los Negacionistas a los que yo me refiero son aquellos, que aún siendo algunos bastante cultos, no han elaborado suficientemente el principio filosófico de la Ostensión e Hipostasis; siendo que esto es algo necesario para no ser falaces en la argumentación sobre intenciones “cuasi ocultas” o cuando menos “perversas manipulaciones a manos de estados sin conciencia moral”. Leamos con un poco de respeto a Willard Van Orban Quine y su obra “Ostensión e Hipóstasis”, y veremos con claridad los fallos y certezas del Negacionismo.

Es obvio de tan estúpido, pensar que los gobiernos censuran y desean controlar las “ínfulas” de conocimiento de sus ciudadanos, cómo es evidente, claro y distinto a la luz de la razón, que lo hacen en beneficio de unos pocos y de la élite “financiera transnacional”…; pero no es una mano negra o una conspiración, se llama economía e intereses creados, donde ambos son mecanismo y relaciones de control, poder y “latrocinio”. Si deseamos contrarrestarlo basta con tener una Sociedad Civil estructurada para oponerse en la medida de lo posible a esa tendencia tan humana que se llama Egoísmo y Medro personal. Pero no creo que lo pretendan hacer mediante complejos procesos químicos anulatorios de la voluntad. Es más sencillo dar licencias audiovisuales para programas donde la vida intima e inclinaciones de todo tipo de “celebrities” son compartidas para escarnio público, envidia o sencillamente afán de sentirse parte de sus vidas. El aforismo “los ricos también lloran” viene mucho a cuento, pero sus lágrimas son fácilmente superables untadas con lujos y papel moneda.

Es patético de lo pueril, decir que “veremos las consecuencias”, siempre de corte apocalíptico, por dejarnos manipular y usar “como conejos de ensayos” de tipo moral, económico, biológico o sencillamente por entretenimiento de “circo”; así fue durante la historia de la humanidad siempre, como será en el futuro cambiando o sofisticando los mecanismos de “burla y control”.

Si uno desea ser negacionista de cualquier cosa, debe argumentar al modo de “Galileo o Descartes” para evitar la hoguera en el primero, y los engaños de los sentidos o de la presión cultural en el otro. Que en un argumento existan partes que nacen de una certeza o de construcción aparentemente “solida”, o de supuesta “lógica aplastante”, no es difícil dada la complejidad, las “aristas” que se tocan en un argumento Negacionista. Pero la veracidad o certeza no se basa en opiniones sesgadas dónde sólo atendemos a los argumentos que validan nuestra postura… y sinceramente no creo que nuestros nietos desarrollen mutaciones “programadas” para servir a la clase dominante. Pero lo que, si es, y será cierto, es que veremos efectos secundarios de nuestros actos u omisiones de forma “clara y distinta”, sencillamente por que no hay tiempo suficiente entre la desgracia y paliarla para permitirnos la licencia del Tiempo necesario para “comprobar empíricamente” los resultados con un grupo, una muestra, suficientemente significativa. Y además voluntaria.

Me temo, que los Negacionistas, de todo tipo y en todo país, se olvidan de algo muy importante: pertenecen a sus Estados que les dejan creerse libres y seguros a cambio de que no olviden que les pertenecen. Por eso existe un DNI. Ser Negacionista en algunas cosas es como ser Apátrida: “tu te lo guisas y tu te lo comes”, pero no reclames ayuda hasta que devuelvas lo que te ha “cedido” tu aparato estatal. Algunos lo llamaban Mili, otros impuestos, otros derechos de voto… recuerden que, de las 64 formas de razonamiento posible, sólo 19 son verdaderos y ciertos de forma matemática (aunque se usen palabras para ello). Al igual que parte de todo discurso, Negacionista o No, es veraz, es plausible y está justificado. Pero la veracidad ni es certeza, evidencia o verdad de nada; algo ser plausible no significa nada más que hay una probabilidad matemática de que se dé, no de que ocurra, y mucho menos con la cadena de explicaciones que se nos dá. Por último, para justificar algo hay que dar datos, hay que forjar un criterio de discriminación, hay que pensar en las implicaciones a lo largo del tiempo. Hay que esperar a que nos salgan hijos cefalópodos.

Termino haciéndoles tres invitaciones: reflexionen sobre la paradoja que dice “no hay ateos en las trincheras”; lean lo que puedan sobre lógica de clases o silogística, para ver y conocer como empieza de verdad la manipulación en los discursos de sus ídolos; y por supuesto usen los tribunales para denunciar cada conspiración que limite o coarte su derecho a gestionar su mente y cuerpo como le plazca (o cómo le han dicho en el consultorio vespertino de moda).

Yo no dudo de que existe la maldad, ni dudo de las intenciones aviesas de quien tiene el poder para mover, comprar o destruir voluntades. Pero creo que es mejor pensar y formarse para detectar el qui prodest y ponérselo más difícil. Lo que pasa es que estudiar cuesta esfuerzo y tiempo, y salir a protestar nos sube las endorfinas, la dopamina y el cortisol… y parece que es gratis y constitucionalmente una obligación encontrar a todo un “me opongo”, como decía siempre una ardilla de los dibujos de mi infancia. Lo que no supe nunca es a qué y por qué.


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